- “¿Por qué siempre tienen los mismos argumentos sus telenovelas?
- Sí. ¿Cuál es la necedad de poner a la chacha sabrosa que termina quedándose con el rico de la historia? ¡Eso es irreal!
- ¿Qué no tienen a otros escritores más creativos que propongan algo diferente? ¡Párenle a los refritos!”
Hasta hace algunos años, esto era lo que comúnmente se les cuestionaba a los productores televisivos que asistían a las conferencias de la Semana de Comunicación de toda universidad.
Bueno, pues, ¡misión cumplida!
El príncipe azul ha quedado obsoleto, para dar paso al nuevo galán: el sanguinario criminal que astutamente busca quedarse con todo el dinero y, sobretodo, con todas las mujeres. Y la cenicienta abnegada se ha transformado en la groupie personal de todo aquel criminal que pueda pagar su precio y llenarla de lujos.
Sin tetas no hay paraíso (con todos sus remakes), El Capo, Las muñecas de la mafia, son algunos ejemplos del nuevo sub-género que mezcla el formato telenovela con tramas hiperreales, creando con ello la nueva fórmula de éxito de las televisoras.
Pero, ¿qué es lo que lleva a las amas de casa, jóvenes, y todo el público, a rendirles culto, siguiendo día tras días y semana tras semana cada capítulo en todas sus temporadas, hasta convertirlas en los programas con más altos ratings de todo el continente? ¿Será verdad que, como dicen los actuales productores de estos contenidos, “estos temas ayudan a reflexionar sobre uno de los mayores problemas en Latinoamérica”, y que “existe la necesidad entre la gente de ver esas historias”?
Chachas buenas vs Groupies del crimen, ¿el corazón de las primeras tendrá oportunidad contra el gran poder del billelle?
Y sobre todo, ¿dónde quedó María Mercedes, Marimar y todas aquellas telenovelas tan inofensivas? Sí, “inofensivas”, porque al final de cuentas, ¿a quién le hacían daño los refritos aspiracionales donde la pobre cenicienta abnegada hacía realidad su sueño?
Thalía y todas tus Marías, por favor, ¡ayúdanos!